El género no es un concepto binario e inamovible, sino un espectro por el que las personas podemos movernos libremente a lo largo de nuestra vida. Mientras que el sexo hace referencia a los genitales que portamos y viene determinado por la biología, el género es un constructo social que puede ser aprendido, educado, cambiado y manipulado. Por desgracia, algunos humanos nacen con un sexo que no corresponde a su identidad, lo que conlleva muchos desafíos en una sociedad aún arcaica con respecto a ciertos temas.
La disforia de género es un problema al que todavía muchas personas tienen que enfrentarse en su día a día. Desde la infancia, aquellxs que no «cuadran» con los estándares sociales asignados según los genitales pueden sentirse diferentes, solxs y con falta de apoyo, lo que deriva en impedimentos tanto físicos como psicológicos. En las siguientes líneas te contamos qué es la disforia de género y cómo apoyar a quienes la experimentan.
¿Qué es la disforia de género?
Según fuentes profesionales, lxs niñxs comienzan a ser conscientes de su identidad de género entre los 3 y 5 años de edad. Desde la infancia se empieza hacer vigente que la sociedad espera ciertos actos, comportamientos y estándares de ellxs según los genitales con los que han nacido. En algunos casos, lxs niñxs no se sienten cómodxs con las imposiciones asociadas a su sexo. En otros, sienten directamente que su identidad de género y su sexo biológico son opuestos.
La disforia de género, antes conocida como un trastorno de identidad de género, es un término que ejemplifica la profunda incomodidad que sienten las personas cuando su sexo biológico no coincide con su identidad. Las causas específicas de este evento no se han descubierto aún, pero se cree que se trata de algo multifactorial modelado por la genética, la psicología y la educación. Muchas de las teorías que intentan explicar este suceso son cuanto menos problemáticas, así que no vamos a citarlas.
En este punto, cabe destacar que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha descartado la disforia de género como un trastorno psiquiátrico. El término «trastorno» tampoco se debe aplicar a nivel social, pues conlleva una gran estigmatización hacia un colectivo ya maltratado de por sí. De todas formas, la disforia de género sí que se puede diagnosticar con el objetivo de ayudar a las personas que la padecen.
La disforia de género no es un trastorno.
¿Cómo saber si tengo disforia de género?
Las personas transgénero (con identidad de género diferente al sexo que se les asigna al nacer) pueden buscar múltiples vías para expresar la diferencia entre sus genitales y su identidad. La afirmación de género debe realizarse en el ámbito social (cambiar nombres y pronombres), legal (modificar documentos de identidad), médico (comenzar terapias hormonales y cambio de genitales) y más. Si la sociedad no reconoce la identidad real de la persona, puede ocurrir la disforia.
Recalcamos que la disforia de género no es un trastorno, pero sí se puede diagnosticar. El objetivo de su caracterización no es estigmatizar a las personas que la padecen, sino ayudarlas a expresar su identidad como realmente lo necesitan. La Asociación Estadounidense de Psicología (APA por su significado en inglés) recoge en su manual más actualizado (DSM-5) los criterios que la definen:
- Una marcada incongruencia entre el género experimentado/expresado y las características sexuales primarias y/o secundarias.
- Un intenso deseo de deshacerse de las características sexuales primarias y/o secundarias propias debido a una marcada incongruencia con el género experimentado/expresado.
- Un fuerte deseo por poseer las características sexuales primarias y/o secundarias de otro género.
- Un marcado deseo de ser tratadx como alguien de otro género diferente al asignado.
- Una fuerte convicción de tener los sentimientos y reacciones típicos del otro género.
La disforia de género en la niñez suele manifestarse a partir de los 2-3 años de edad. La mayoría de las personas que experimentan este malestar no suelen recibir la atención que requieren hasta los 6-9 años (si es que la reciben), momento en el que el malestar es crónico. El dolor emocional y la angustia inducidos por esta disconformidad puede afligir tanto a infantes o adultos, afectando a la capacidad social, el desempeño laboral/escolar y en otras muchas áreas vitales.
Posibles complicaciones
Si no se recibe el apoyo pertinente y no se reconoce la identidad de género de la persona con disforia, pueden aparecer trastornos graves. Las personas transgénero no solo tienen que lidiar con el desafío que supone expresarse tal y como lo requieren, sino que también combaten la exclusión, la ansiedad, la soledad y el escepticismo por parte de lxs demás. Todo esto puede desembocar en ansiedad social, depresión e incluso suicidio.
Por muy duro que sea leerlas, las estadísticas evidencian una realidad social que no se puede obviar. Según estudios, el 82% de las personas transexuales han pensado en suicidarse y el 40% lo han intentado. La disforia de género puede ser tan horrible que, en algunos casos, es uno de los desencadenantes principales para quitarse la vida. El proceso de afirmación de género temprano y la aceptación a nivel social salvan vidas.
La afirmación de género es esencial
Según fuentes ya citadas, más del 1% de la población general se considera transgénero o no conforme con los estándares asignados en este ámbito. Se espera que las cifras de esta realidad aumenten, no porque haya más gente trans en sí, sino porque cada vez hay más libertad para mostrarnos como realmente somos (aunque queda muchísimo camino por recorrer).
Es vital educar a la población adulta en cuestiones de género para que lxs niñxs tengan clara una cosa desde su concepción: que van a ser aceptadxs independientemente de sus genitales, identidad de género y otros muchos más factores. Ofrecer el apoyo necesario a las personas transexuales es esencial para evitar la disforia de género y muchos más problemas asociados a la falta de reconocimiento tanto a nivel social como médico. El cambio pasa por todxs.