Los seres humanos estamos en una constante carrera armamentística contra virus, bacterias y otros microorganismos que nos enferman. A medida que desarrollamos tratamientos y curas, algunos patógenos son capaces de adaptarse a nuestras estrategias e, incluso, volverse inmunes a ellas. Es el caso de la supergonorrea o gonorrea multirresistente. Esta ETS ya es problemática de por sí, pero la cosa se vuelve aún más compleja si factorizamos la resistencia a los antibióticos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año se registran más de 820 millones de cuadros de gonorrea. Esta ETS es asintomática en muchos casos, pero puede acarrear complicaciones graves como enfermedad pélvica inflamatoria (EPI), abscesos internos, infertilidad y más. Si quieres conocerlo todo sobre la gonorrea multirresistente, no dejes de leer.
¿Qué es la gonorrea?
Antes de hablar de resistencias e introducir términos un poco complejo, vemos de interés empezar desde la base. La gonorrea es una enfermedad de transmisión sexual (ETS) causada por Neisseria gonorrhoeae, una bacteria Gram-negativa con forma de diplococo. Este agente patógeno es causante de la segunda ETS bacteriana más prevalente en todo el mundo, solo superada por la infección por clamidia. Se contagia principalmente a través del sexo, ya sea oral, anal o vaginal.
La infección empieza cuando N. gonorrhoeae entra en el organismo y se adhiere a las células epiteliales, causando una invasión celular local. Los pili, apéndices externos parecidos a «pelillos», son esenciales para que estos patógenos puedan anclarse sobre los tejidos. La invasión suele ser localizada y afecta al lugar de entrada, como la uretra, la cérvix, la faringe y el ano. Algunos de los síntomas principales de esta ETS son:
- Dolor y ardor al orinar.
- Uretra roja e inflamada.
- Dolor de garganta.
- Inflamación testicular.
- Relaciones sexuales dolorosas.
- Secreciones vaginales anormales de color verdoso o amarillento.
A pesar de los signos clínicos citados, cabe destacar que hasta el 80 % de las personas con vagina y el 15 % de las personas con pene son asintomáticas. Esto no son buenas noticias, pues aun así se pueden desarrollar complicaciones como infertilidad y enfermedad pélvica inflamatoria si no se sigue el tratamiento adecuado. El diagnóstico temprano de cualquier ETS mejora el pronóstico en todos los casos.
La gonorrea afecta a más de 80 millones de personas cada año.
La supergonorrea y la resistencia a los antibióticos
Los antibióticos son esenciales para el bienestar de la humanidad. Puede sonar exagerado, pero es un hecho que el descubrimiento de la penicilina ha supuesto un cambio tanto médico como social. Se estima que este grupo de antibióticos ha salvado entre 80 000 000 y 200 000 000 de vidas hasta ahora, una cifra nada desdeñable. Por desgracia, estos medicamentos tienen una debilidad: es posible que algunas bacterias generen resistencia a ellos.
La resistencia a los antibióticos que manifiesta la gonorrea no es nada nuevo, pues se empezó a detectar poco después del inicio del uso de estos fármacos. Los antibióticos betalactámicos (como la penicilina) se utilizaban con asiduidad para tratar esta ETS en los años 40, pero ya no son eficaces. Algunos de los mecanismos que han ayudado a N. gonorrhoeae a adquirir su resistencia son los siguientes:
- Incapacidad del antibiótico para acceder a la enzima de la proteína fijadora de penicilina (PBP). Esta proteína es un constituyente normal de las bacterias y esencial para la formación de su pared celular. En situaciones normales, el fármaco se adhiere a la PBP, la inactiva y causa la muerte del microorganismo. De todas formas, algunas bacterias han desarrollado PBPs poco afines a los antibióticos, así que este mecanismo se vuelve ineficaz.
- Inhibición del antibiótico mediante beta-lactamasas. Algunas bacterias, como N. gonorrhoeae, son capaces de sintetizar enzimas beta-lactamasas que inactivan al antibiótico. Este es el mecanismo de resistencia ante los fármacos de más interés a nivel clínico.
Los términos que hemos usado pueden parecer algo complejos, pero se pueden resumir en una idea rápida: desarrollamos fármacos y los patógenos evolucionan para saltarse su mecanismo de acción. No es que las bacterias evolucionen en el momento como tal, sino que los propios humanos seleccionan «sin querer» aquellas que mutan para volverse resistentes. Las que sobreviven al tratamiento son las mutadas, así que se terminan extendiendo.
Un problema de salud creciente
Tal y como indican estudios, a día de hoy la gonorrea presenta resistencia frente a 6 tipos de antibióticos: sulfonamidas, penicilinas, cefalosporinas de generaciones anteriores, tetraciclinas, macrólidos y fluoroquinolonas. Las opciones más utilizadas como tratamiento de primera línea en la actualidad son las cefalosporinas de espectro extendido (cefixima, ceftriaxona) y azitromicina. Se estima que, en el año 2018, la tasa de cepas resistentes era del 8,9 % (aunque varía según el antibiótico).
El desarrollo de resistencias es hasta cierto punto natural, pero el ser humano ha tenido que ver en varios de sus desencadenantes: el acceso descontrolado a antibióticos, la elección incorrecta tras el diagnóstico y la mala calidad de algunos productos son solo algunos de ellos. Es vital emplear estos fármacos solo cuando los receta un médico y tal y como se indica, pues de lo contrario se favorece que se desarrollen resistencias a largo plazo.
¿Y ahora qué?
Acabar con la supergonorrea requiere de dos frentes de acción: prevenir futuras farmacorresistencias y tratar a las personas que se ven afectadas por cepas resistentes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya está en ello y propone las siguientes medidas:
- Prevenir y tratar la gonorrea de forma eficaz. Esto pasa por educar a la población en el ámbito de la salud sexual y la aplicación de las técnicas terapéuticas adecuadas.
- Promover la utilización responsable y adecuada de antibióticos.
- Consolidar los sistemas de vigilancia de resistencia a los antibióticos. Esto es especialmente importante en las regiones en las que la gonorrea tiene una prevalencia muy alta.
- Establecer redes de laboratorios que realicen cultivos bacterianos y estudios. La investigación es esencial para frenar la resistencia a los antibióticos.
- Registrar el fracaso terapéutico, cuando lo haya, mediante protocolos estandarizados.
- Apoyar a lxs investigadorxs en el desarrollo de pruebas accesibles para el diagnóstico de la gonorrea y buscar alternativas terapéuticas para tratar la infección.
A pesar de todas estas medidas, es necesario destacar que las ETS son cosa de todxs. Frenar la supergonorrea es una responsabilidad individual que requiere la protección durante el acto sexual y la aplicación adecuada de antibióticos si se contrae la enfermedad.