VIH y SIDA: ¿En qué se diferencian?

La infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) continúa siendo un problema grave a escala mundial. Aunque en la mayoría de las regiones de alto ingreso su detección y tratamiento son muy eficaces, cabe destacar que esta enfermedad se ha cobrado más de 36 millones de vidas desde su descubrimiento. Sin ir más lejos, unas 680 000 defunciones anuales se pueden atribuir al VIH hoy en día.

El primer paso para prevenir esta patología es conocerla, pues se puede evitar el contagio llevando a cabo una serie de medidas muy sencillas en el ámbito sexual. Con esta idea en mente, aprovechamos este espacio para contarte en qué se diferencian el VIH y el SIDA. ¡No te lo pierdas!

Información general sobre el VIH

El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) es un patógeno de la familia Retroviridae con forma de esfera y un diámetro de 100-120 nanómetros (nm). Está compuesto por 3 capas: una bicapa lipídica externa, una nucleocápside icosaédrica intermedia y una capa interior en forma de cono truncado.

La información genética del virus es de tipo ARN y consta de 9 genes que codifican para 15 proteínas virales. Cabe destacar que hay 2 tipos de VIH que, a pesar de ser muy similares, reportan ciertas diferencias entre ellos:

  • VIH-1: es la variante más común y responsable del 95 % de las infecciones globales. El cuadro infeccioso que causa es más rápido y su transmisibilidad es 3 veces más alta (o más) que la de VIH-2 durante el acto sexual.
  • VIH-2: esta variante del VIH está presente, sobre todo, en África Occidental. Es menos contagiosa que el VIH-1 y la progresión de la infección es más lenta.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), hoy en día más de 37 millones de personas viven con VIH en el mundo. Además, más de 2/3 del total de los afectados (25 millones) habitan en la región de África. Es necesario brindar el tratamiento necesario a todos y cada uno de los pacientes con VIH para frenar la expansión de la enfermedad, sobre todo en los lugares más desfavorecidos económicamente.

Fases de la infección por VIH

El VIH es un virus y, por ende, no puede multiplicarse y reproducirse por sí solo. Para llevar a cabo su ciclo vital, este agente patógeno “secuestra” a un tipo específico de células presentes en el sistema inmunitario del ser humano: los linfocitos CD4. Dicho de forma rápida y sencilla, el virus se aprovecha de los sistemas de replicación del linfocito para multiplicarse y, en última instancia, acaba con él.

A medida que la infección por VIH progresa, el conteo de linfocitos CD4 disminuye. A continuación, exponemos las diferentes fases de la enfermedad.

VIH y SIDA no son sinónimos.

1. Infección aguda

Es la etapa más temprana del cuadro y suele manifestarse de 2 a 4 semanas tras el contagio. Algunos de los síntomas son similares a los experimentados durante una gripe:

  • Fiebre
  • Escalofríos
  • Aparición de un sarpullido
  • Fatiga
  • Dolor de garganta
  • Dolores musculares
  • Sudores nocturnos
  • Inflamación de los ganglios linfáticos
  • Aparición de úlceras bucales

Durante esta fase, la concentración y replicación del virus dentro del cuerpo son altas, lo cual aumenta la transmisibilidad de forma considerable. Cabe destacar que pocas personas atribuyen estos síntomas a una infección grave, por lo que es normal que el diagnóstico en esta etapa sea raro. Fuentes profesionales estiman que hasta el 15 % de la población estadounidense portadora del virus desconoce su estado.

1 de cada 7 personas portadoras del VIH desconocen su estado.

2. Infección crónica

La segunda etapa de la infección por VIH es la fase crónica, la cual se conoce también como asintomática o de “latencia clínica”. En ella, el virus persiste activo dentro de las células, pero se multiplica en concentraciones muy bajas. Si el paciente sigue a rajatabla la terapia antirretroviral (TAR), las probabilidades de infectar a otra persona durante el acto sexual son prácticamente nulas. Con el tratamiento adecuado, se puede llevar una vida completamente normal y longeva.

3. SIDA (VIH)

El síndrome de la inmunodeficiencia adquirida (SIDA) es la última etapa de la infección por VIH. Las personas con VIH que no se han tratado a tiempo o de la forma adecuada son diagnosticadas con SIDA si tienen un recuento de células CD4 de menos de 200 por milímetro cúbico de sangre. En este escenario, el sistema inmunitario del paciente ha sido prácticamente destruido y las infecciones oportunistas se abren paso.

Las infecciones que se pueden experimentar durante el SIDA se presentan con los siguientes síntomas, entre otros muchos:

  • Fiebre recurrente
  • Diarrea crónica
  • Pérdida de peso
  • Debilidad
  • Fatiga inexplicable
  • Inflamación de los ganglios linfáticos
  • Aparición de lesiones que no sanan (sobre todo en la boca).
  • Sudor y escalofríos.

Se estima que, de no tratarse, la infección por VIH se transforma en SIDA en cuestión de 8-10 años. El objetivo de los tratamientos actuales es retrasar (o evitar) que el paciente llegue a esta etapa mortal.

¿Cuál es la diferencia entre VIH Y SIDA? 

Tras recorrer las características principales de la infección, es fácil llegar a la conclusión de que VIH y SIDA no son lo mismo. El primer término hace referencia al patógeno causante de la infección inicial, mientras que el segundo es la última etapa de dicha infección.

Dicho de otro modo, el SIDA es la consecuencia final de la infección por VIH. Además, cabe destacar que no todas las personas infectadas desarrollan SIDA a lo largo de su vida. Si se toma la medicación según lo estipulado, es posible llevar una vida normal y no sufrir inmunosupresión grave en ningún momento del cuadro.

Más allá de las distinciones médicas, es interesante hacer una reflexión final a nivel ideológico. Utilizar de forma intercambiable los términos que aquí nos atañen es erróneo, ya que decir que una persona infectada por VIH tiene SIDA es similar a sentenciarla antes de tiempo.

Además, la palabra SIDA tiene connotaciones muy negativas a nivel histórico, asociándose incluso a ciertos colectivos concretos. Lo mejor es hablar de infección en todos los casos y no asumir el estado de salud de la persona.

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